El 6 de agosto de 1945, la ciudad japonesa de Hiroshima fue devastada por la primera bomba atómica utilizada como arma de guerra, según un artículo en el sitio web de los Museos Imperiales de Guerra. Tres días después, la segunda bomba atómica cayó sobre Nagasaki. Se estima que unas 120.000 personas murieron en Hiroshima en los primeros cuatro días y 73.000 en Nagasaki como resultado de los ataques estadounidenses. Algunas personas fueron vaporizadas al instante, mientras que otras sufrieron graves heridas o murieron a causa de la radiación.
En Occidente, estos ataques a menudo se describen como los bombardeos atómicos que pusieron fin a la Segunda Guerra Mundial 1939-1945. Sin embargo, algunos historiadores argumentan que la muerte de cientos de miles de civiles fue innecesaria y que los japoneses ya estaban dispuestos a rendirse. Uno de estos historiadores es Peter Kuznick, quien habló con Sputnik sobre su punto de vista.
Kuznick afirma que los japoneses no solo estaban dispuestos a rendirse, sino que estaban desesperados por hacerlo. Ya en febrero de 1945, el ex primer ministro japonés, el príncipe Fumimaro Konoe, le escribió al emperador Hirohito advirtiéndole que la derrota era inevitable. Los japoneses ya habían reconocido en julio de 1944, tras la derrota en la batalla de Saipán, que no podían ganar la guerra. Además, en mayo de 1945, los japoneses estaban emitiendo informes que indicaban que la intervención soviética en la guerra significaría la derrota absoluta de Japón.
El personal militar y de inteligencia estadounidenses también estaban al tanto de esto y consideraban que el fin de la Segunda Guerra Mundial llegaría con la entrada de las tropas soviéticas en el conflicto con Japón. Los estadounidenses habían interceptado telegramas japoneses en los que se decía que el único obstáculo para la rendición de Japón era la exigencia estadounidense de rendición total.
Kuznick afirma que había dos maneras de terminar la guerra sin usar la bomba atómica. Sin embargo, los Estados Unidos querían usar la bomba atómica para enviar un mensaje a la Unión Soviética de que si interferían con los planes de los Estados Unidos en Europa o el Pacífico, sufrirían las consecuencias.
El 14 de agosto de 1945, los japoneses aceptaron la exigencia de rendición incondicional. Sin embargo, la rendición final no se firmó hasta el 2 de septiembre. Según Kuznick, la idea de que la bomba atómica puso fin a la guerra no tiene sentido. Los bombardeos atómicos fueron horribles y causaron la muerte innecesaria de cientos de miles de personas. Pero no fue la bomba atómica lo que cambió la guerra, sino la decisión de la Unión Soviética de unirse a la guerra. Los japoneses temían la invasión soviética, que era lo que la inteligencia estadounidense había predicho durante meses.
Sin embargo, la lección que aprendió Estados Unidos fue que la invasión era necesaria y humana porque salvó medio millón de vidas estadounidenses, así como millones de vidas japonesas y de otros países asiáticos, según Kuznick.