Cada día, el número de chiapanecos desplazados que llegan a Guatemala sigue en aumento. Prefieren las condiciones hostiles de las zonas montañosas a la incertidumbre y el peligro que enfrentan en sus hogares. Aunque la ayuda es constante, pronto podría ser insuficiente, lo que obligaría a estas personas a tomar la difícil decisión de regresar a sus comunidades y arriesgar sus vidas o seguir sufriendo de hambre y frío.
Después de una semana desde la llegada de estos mexicanos a Guatemala, la situación no parece mejorar. El personal del consulado mexicano llegó al sexto día de la crisis para ofrecerles trasladarlos a un albergue en Tapachula, el mismo que fue habilitado hace seis años durante la crisis migratoria centroamericana. Sin embargo, los refugiados mexicanos prefieren que el ejército recupere sus pueblos y sus pertenencias antes de considerar regresar.
Mientras tanto, en Ampliación Nueva Reforma, donde se encuentran la mayoría de las 333 familias mexicanas desplazadas, el tiempo pasa lentamente. Las mujeres se mantienen ocupadas con las tareas domésticas y la preparación de alimentos, mientras que los niños juegan al fútbol y al baloncesto como si se tratara de un torneo internacional. Los adultos mayores, por su parte, se sientan en bancos escolares y recuerdan con nostalgia lo que dejaron atrás.
La situación es desgarradora, y aunque la alcaldía de Cuilco y los ciudadanos de a pie han mostrado su solidaridad con los refugiados, la ayuda podría agotarse pronto. El alcalde Roblero ha pedido a los mexicanos que acepten la ayuda de sus gobiernos, pero hasta ahora, los refugiados han preferido mantenerse firmes y aguantar.
Mientras tanto, el alcalde Roblero ha pedido al gobierno federal de Guatemala que brinde custodia a los albergues y a las zonas de acceso principal, y ha instado al gobierno mexicano a no abandonar a sus connacionales. La situación sigue siendo tensa, y se necesita la cooperación de ambos gobiernos para encontrar una solución a esta crisis humanitaria.