DRAMA FAMILIAR: PERDIMOS A NUESTRO SER QUERIDO EN UN INSTANTE
La mañana del trágico 22 de diciembre de 2022, empaqué con manos temblorosas mi bolso, listo para afrontar otro día en el Hospital Universitario Antonio Patricio de Alcalá Huapa de Cumaná, donde mis padres habían pasado una fría y angustiante noche. Llevé todo lo necesario: toallas, sábanas, abrigos, alcohol, jeringas, desayuno, cigarros y café. Apenas podía esperar para hablar con mi madre y asegurarme de que no necesitaran nada más.
—No, hija. Vente. Ya llegó el cirujano y ahorita van a atender a tu papá —dijo mi madre, tratando de mantener la calma.
Ambos fingíamos tranquilidad, pero la verdad es que estábamos en medio de una crisis. Mis padres habían pasado horas en vela, esperando a una oncóloga que pudiera atender a mi padre, quien luchaba contra un cáncer de piel que lo estaba consumiendo. Su organismo, ya debilitado, parecía luchar contra un simple resfriado.
Todo había comenzado en enero de 2022, cuando una gripe hizo notar una bolita creciendo en la nariz de mi padre, un hombre jovial y saludable de 50 años. Pensamos que no era grave, pero conforme pasaban las semanas, la bolita crecía y le dificultaba la respiración. Eventualmente, perdió el olfato.
En junio, la bolita ya no era tan pequeña y un otorrinolaringólogo le diagnosticó un carcinoma epidermoide nasosinusal, un raro tipo de cáncer de piel que se diagnostica en etapas avanzadas y dificulta el pronóstico de recuperación de los pacientes. Mi padre, quien había estado expuesto a productos químicos y al sol durante años, corría el riesgo de perder la vista y sufrir daños cerebrales.
Nos dijeron que la única opción era una costosa operación para remover el tumor, pero no podíamos pagarla. Recurrimos a un segundo médico, quien le recetó ocho sesiones de quimio y nuevos estudios para determinar la cantidad de radioterapias necesarias.
A pesar de nuestros esfuerzos, la situación empeoró rápidamente. La noche del 21 de diciembre, mi padre estaba en cama, luchando contra un resfriado y fiebre alta. Le suministramos suero y lo nebulizamos, pero su situación seguía empeorando. Cerca de la medianoche, decidimos llevarlo a un ambulatorio cercano, donde le prestaron primeros auxilios y le nebulizaron. Sin embargo, necesitaba oxígeno y allí no había suficiente.
Entonces, nos sugirieron que lo llevaran al Huapa. Mi madre fue con él, mientras Valeria, la abuela y yo esperábamos en casa. La última vez que hablé con mi madre, me dijo que estaban atorrillándose del frío. Quería estar allí para darles calor y abrigo, pero solo podía esperar y rezar.
Alrededor de las 3:00 de la mañana, mi madre llamó para darme la noticia más devastadora: mi padre había sufrido un paro respiratorio y había muerto. Nunca olvidaré esa llamada, ni el dolor y la tristeza que sentí en ese momento.
Desde entonces, nuestras vidas han cambiado para siempre. La ausencia de un ser querido te hace pensar en todas las cosas que ya no podrán ser. No celebramos la Navidad, no vi a mi padre en mi exposición de proyecto final universitario ni en mi graduación. No estará en la presentación de la tesis de mi hermana ni en su acto de grado. Pero siempre lo recordaré: su sonrisa, sus lentes, su café y su cigarro. Un hombre maravilloso que luchó hasta el final.
Esta historia es una muestra de la importancia de la lucha y la perseverancia, incluso en los momentos más difíciles. Agradezco a La Vida de Nos por darme la oportunidad de compartir mi historia y espero que inspire a otros a seguir luchando, incluso cuando las cosas se pongan difíciles.