Me encontraba en el mar, o más bien, sobre él. El vasto océano se extendía a mi alrededor, con el mar Báltico a mi izquierda y el mar del Norte a mi derecha. No estaba en un barco, sino en un autobús turístico que recorría el Puente de Oriente, una impresionante estructura que une las islas de Selandia y Fionia en Dinamarca, cruzando el estrecho de Gran Beltz.
El cielo estaba cubierto por una capa grisácea de nubes, y a lo lejos se veían las siluetas de tres barcos a través de la neblina. Sentí un escalofrío de miedo y vértigo al mirar hacia abajo, pero pronto me tranquilicé al ver los sólidos pilares y las enormes torres que soportaban el puente.
El Puente de Oriente es más que una simple conexión entre dos islas; es un símbolo de la unidad nacional de Dinamarca, que está formada por una parte continental y otra insular, con cientos de islas de diferentes tamaños. La capital, Copenhague, se encuentra en Selandia, y mi destino, Aahrus, está en Jutlandia, la parte continental que se adentra en el mar del Norte.
El viaje en autobús por el puente fue una experiencia emocionante y a la vez tranquilizadora. A pesar de su longitud de 16 kilómetros, con un tramo colgante de casi dos kilómetros, el puente se construyó con una precisión y una ingeniería impresionantes. Sin embargo, no todo ha sido fácil en la construcción de esta obra maestra. En 1991, Finlandia demandó a Dinamarca en la Corte Internacional de Justicia por considerar que el puente afectaría el tráfico marítimo en el estrecho de Gran Beltz. Después de una larga batalla legal, Dinamarca finalmente pudo terminar el puente en 1998.
A medida que el autobús avanzaba por el puente, pude ver el horizonte despejándose y el mar brillando bajo el sol. La vista era impresionante, y aunque no pude tomar fotografías, la experiencia de estar allí, en medio del mar, será algo que nunca olvidaré.
Finalmente, llegamos a la isla de Fionia, donde se encuentra la ciudad de Odense, la cuna del famoso escritor de cuentos de hadas Hans Christian Andersen. La conexión entre el puente y la literatura fantástica de Andersen no se me hizo evidente en ese momento, pero ahora, al recordar la experiencia, puedo ver la conexión entre la ingeniería y la creatividad, entre el mundo real y el mundo de la imaginación. El Puente de Oriente es, en su propia manera, una obra maestra de la ingeniería y un testimonio de la capacidad humana para crear cosas impresionantes.