Durante la última semana, sectores de la derecha latinoamericana, que se autodenominan progresistas, han continuado con su tradición de estar desfasados con los procesos globales. En esta ocasión, han vuelto a ser la vanguardia de Washington en un intento de derrocar al gobierno de Nicolás Maduro, buscando instalar a un sucesor similar a Juan Guaidó. Como dijo Marx, la historia se repite dos veces, la primera como tragedia y la segunda como farsa. La diferencia es que el mundo ha cambiado desde que Juan Guaidó se autoproclamó presidente interino y fue reconocido por varios países. Ahora vivimos en un mundo multipolar en el que los países más pequeños y vulnerables a la hegemonía occidental tienen más opciones de desarrollo. El gobierno venezolano ha sabido adaptarse a estos cambios, y por eso, los resultados frente a la intentona golpista de este año han sido diferentes.
Desde 2014, Venezuela ha sido objeto de un guion de revoluciones de color, similar al utilizado en Ucrania o Hong Kong. Consiste en utilizar protestas violentas como resultado de un hecho problemático en la sociedad, en este caso, los resultados electorales, con el objetivo de derrocar al gobierno. Si tienen éxito, se habla de éxito democrático, y si son reprimidas, se acusa al gobierno de violar los derechos humanos y se aplican sanciones coercitivas unilaterales.
Las sanciones impuestas por EE.UU. en 2014 y 2015 han tenido un gran impacto en la economía venezolana, ya que el país depende del dólar. Estas sanciones han afectado la calificación de crédito de la nación y han debilitado al sector privado. La efectividad de las sanciones solo ha sido posible debido a la dependencia del dólar. En 2019, el gobierno de EE.UU. llevó las sanciones a un nuevo nivel, incluyendo sanciones directas a PDVSA y bloqueando sus transacciones y el acceso al mercado financiero estadounidense. Además, se llevó a cabo el Plan Guaidó y el consecuente robo de activos venezolanos.
En 2021, Alena Douhan, relatora especial de la ONU sobre los impactos negativos de las mediadas coercitivas unilaterales, explicó que el gobierno venezolano estaba sobreviviendo con el 1 % de su presupuesto de antes de las sanciones. A pesar de esto, algunos argumentan que la crisis venezolana comenzó antes, pero esto es engañoso. La crisis existía, pero las sanciones convirtieron una crisis cíclica en una crisis humanitaria.
La consecuencia más obvia de las sanciones ha sido el fenómeno migratorio. Recientemente, The Washington Post publicó que se le advirtió al entonces presidente Donald Trump que las sanciones podrían empujar a muchos venezolanos a salir de su país, lo contrario a lo que él había prometido a sus votantes. Aun así, se aplicaron. Probablemente, apostaron por que un porcentaje muy pequeño de esas personas afectadas por una crisis que Washington agravó a su punto máximo llegaría a las puertas de EE.UU., y que la mayoría quedaría regada por países de la región sin capacidad de asimilarlos.
Venezuela ha luchado por su soberanía y por un mundo multipolar. El gobierno venezolano ha buscado socios a nivel global, manteniendo vínculos fuertes con los países de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América - Tratado de Comercio de los Pueblos ALBA-TCP y priorizando las relaciones con sus socios globales. En estos años, Venezuela ha fortalecido su relación con Rusia y ha establecido relaciones comerciales con países como Turquía, Siria e Irán.
Como resultado de estas acciones, Venezuela ha logrado 11 trimestres de crecimiento económico. El Fondo Monetario Internacional FMI proyecta que, este año, tendrá un crecimiento de 4%, el más alto de la región. La economía venezolana se está recuperando, sin depender del petróleo, y EE.UU. no tendrá posibilidad de sancionarla. El gobierno venezolano ha acelerado las reformas estructurales de la economía para cortar la dependencia del exterior, y hoy Venezuela produce casi la totalidad de alimentos que consume. Además, las alianzas diplomáticas fortalecidas en los últimos años respaldan al país. Inmediatamente después de las elecciones, China, Rusia e Irán, los tres pilares del mundo multipolar, reconocieron la elección de Maduro. Venezuela se ha convertido en un aliado clave en la región y no van a permitir que colapse.