El pasado 5 de agosto, el mundo experimentó una sacudida en sus mercados financieros, con fuertes descensos en las bolsas de valores globales. Uno de los más pronunciados fue el del índice Nikkei en Japón, que registró una caída de 13%, superando el desplome del lunes negro de 1987. Los índices SP, Dow Jones y Nasdaq en Wall Street también experimentaron tropezones cercanos al 3%.
Este acontecimiento se produce en un contexto en el que, según el doctor en economía por la Universidad Nacional Autónoma de México, Oscar Rojas, los números rojos en las bolsas de valores funcionan como un semáforo que indica la necesidad de un cambio estructural en la economía global. De lo contrario, se permanecerá en crisis.
En cuanto a México, a pesar de la crisis financiera global, se mantuvo en segundo lugar como divisa más fuerte, aunque experimentó una caída en relación al dólar. Al cierre del mercado, tanto el Índice de Precios y Cotizaciones IPC de la Bolsa Mexicana de Valores BMV como el FTSE BIVA de la Bolsa Institucional de Valores BIVA tuvieron caídas de alrededor del 1%. Además, la divisa nacional cotizó en 19,39 unidades por dólar, lo que representa un descenso del 1,22% frente al cierre del 2 de agosto.
Otros efectos de esta crisis se observaron en el mercado del oro y del petróleo. El oro tocó máximos históricos, en 2.447,80 dólares la onza, una baja del 0,9% en el día. Por su parte, el precio del crudo Brent en el Intercontinental Exchange ICE con entrega en octubre se cotizó a menos de 76 dólares por barril, marcando su mínimo desde el 9 de enero.
Analistas, incluyendo al ministro de Finanzas surcoreano, Choi Sang-mok, atribuyen estos resultados al temor de una recesión en Estados Unidos, derivado del incremento de desempleo en ese país.
En resumen, el pasado 5 de agosto, los mercados financieros mundiales experimentaron una sacudida importante, con fuertes descensos en las bolsas de valores globales. Aunque México experimentó una caída en relación al dólar, se mantuvo en segundo lugar como divisa más fuerte. Otros efectos de esta crisis se observaron en el mercado del oro y del petróleo. El temor a una recesión en Estados Unidos, derivado del incremento de desempleo en ese país, parece ser una de las causas principales de este resultado.