El pasado domingo se llevaron a cabo elecciones en Venezuela, donde Nicolás Maduro afirmó ser el ganador. Sin embargo, la comunidad internacional, incluyendo a la Unión Europea y la mayoría de los países del hemisferio occidental, han aumentado la presión sobre el gobierno de Maduro para que permita un escrutinio justo y transparente de los resultados. La oposición ha presentado pruebas de un presunto triunfo de Edmundo González Urrutia, y organizaciones independientes como el Centro Carter, invitados por el régimen como observadores, han declarado que la victoria de Maduro carece de credibilidad debido a las numerosas irregularidades encontradas.
Washington, que se esperaba que desempeñara un papel clave en esta nueva crisis en el país vecino, parece haber roto con el consenso de exigir un recuento de votos y, en cambio, ha optado por una postura dura. Aunque inicialmente expresaron dudas y pidieron la divulgación inmediata de los resultados, la administración de Joe Biden ha declarado claramente que, desde su perspectiva, González ganó las elecciones, y que, por lo tanto, los recuentos son irrelevantes. El Secretario de Estado Antony Blinken ha reconocido oficialmente la victoria de González, argumentando que las actas disponibles demuestran un triunfo abrumador y que los resultados se sustentan en encuestas de boca de urna y consultas con observadores independientes.
Existen varias razones detrás de la postura más dura de los Estados Unidos. En primer lugar, están convencidos de que González ganó y tienen pruebas físicas de su triunfo, mientras que ven en la situación actual una oportunidad para el retorno de la democracia en Venezuela. Además, la administración Biden está buscando neutralizar la narrativa de que es demasiado liberal y blando con los autócratas de la región, y adoptar una línea dura en este momento les permite hacerlo. También tienen en cuenta el impacto electoral en estados clave como Florida y el voto latino, y el potencial triunfo que esto podría significar para la administración.
Sin embargo, si Nicolás Maduro logra mantenerse en el poder, su figura podría convertirse en un verdadero dolor de cabeza para los demócratas. Lo que sí está claro es que Washington, al menos durante esta administración, está dispuesto a jugarse a fondo en el corto y mediano plazo para lograr una transición del poder en Venezuela.