El Partido Demócrata ha dejado atrás el riesgo y la tensión que implicaba tener como candidato a alguien con claras deficiencias cognitivas. Ahora, con una candidata que puede responder de manera racional a las exigencias de la campaña, tanto los líderes y bases demócratas como el anti-trumpismo en general se sienten más tranquilos y confiados. Esto permite al partido dirigir todos sus ataques hacia el expresidente Donald Trump, minimizando el riesgo de una respuesta condicionada por la senilidad del presidente Joe Biden.
La vicepresidenta Kamala Harris, conocida por su habilidad para unir a diversos sectores de su partido, ha emergido como la favorita para sustituir a Biden. A pesar de las críticas sobre su gestión como vicepresidenta, su nombramiento como candidata podría recordar las victorias electorales de 2020 y 2022, cuando la dupla Biden-Harris logró tejer una alianza histórica de los sectores populares estadounidenses.
Con una candidata mujer, hija de migrantes afro y asiáticos, Trump tendría una competencia mucho más desafiante, lo que podría llevarlo a cometer errores por sus posturas misóginas. La campaña demócrata, ahora sin Biden en el foco, necesita polarizar y recordar al Trump controvertido de 2020, así como su personalidad divisiva a lo largo de su vida, con el fin de revertir el impulso hacia la relativa moderación que ha tomado su candidatura recientemente.
Por su parte, Trump ha afianzado su alianza con los conservadores y ha rediseñado su perfil para atraer a un público más moderado y centrista. Sin embargo, la vicepresidenta Harris ya ha comenzado a trabajar para desmantelar esta estrategia de moderación y humanización. La campaña ha comenzado nuevamente desde cero y se espera la Convención Demócrata, del 19 al 22 de agosto, para confirmar la candidatura de Harris. El anti-trumpismo respira aliviado y siente haberse sacado un peso de encima cuando aún quedan más de tres meses para enderezar las cargas en una campaña que no tendrá respiro.