En la cárcel de Melchor Romero, un vínculo inesperado une a los ocho rugbiers condenados por el asesinato de Fernando Báez Sosa y a Felicitas Alvite, la joven acusada de quitarle la vida a un motociclista en La Plata. A pesar de la gravedad de sus delitos, estos jóvenes comparten no solo el mismo techo bajo la Alcaidía N°3, sino también rutinas y visitas semanales de seres queridos.
Los rugbiers, ubicados en un pabellón separado con celdas de a dos, solo tienen permitidas cuatro horas diarias de patio, distanciadas de las de Alvite y del resto de la población femenina. Desde el Servicio Penitenciario Bonaerense afirman que no hay contacto entre los géneros y que las rutinas siguen siendo las mismas.
Felicitas Alvite, quien se entregó el 2 de mayo, comparte celda con una compañera ocasional y recibe visitas semanales, principalmente de su madre. A diferencia de los rugbiers, a ella y a los ocho condenados se les ha negado el beneficio de estudiar o trabajar. Sin embargo, los ocho rugbiers mantienen la posibilidad de hablar con una psicóloga.
Máximo Thomsen, uno de los condenados, ha confirmado esta dinámica en una reciente entrevista, donde expresó su esperanza por las visitas semanales de su familia. El Servicio Penitenciario Bonaerense ha informado que la situación sigue tranquila y que se han implementado medidas de seguridad para evitar cualquier tipo de tensión.
El crimen de Fernando Báez Sosa y la muerte del motociclista a manos de Felicitas Alvite han conmocionado a la sociedad argentina, y ahora, estos jóvenes comparten un capítulo más de sus vidas en la cárcel de Melchor Romero.