La noche que cambió su vida para siempre Rodrigo Masías, el valiente testigo de la fatídica Masacre de San Miguel del Monte, se convirtió en el héroe involuntario de una historia espeluznante que le arrebató la visión y lo obligó a nacer de nuevo.
Corría el 20 de mayo de 2019, cuando Rodrigo, un joven de 27 años, se topó con una escena digna de una película de terror. Cuatro adolescentes, de entre 13 y 22 años, fueron acribillados a balazos por la policía mientras huían, despavoridos, de una persecución. Rodrigo, quien conocía a las víctimas, no dudó en grabar el final de la secuencia que terminaría con la muerte de Aníbal Suárez, Gonzalo Domínguez, Danilo Sansone y Camila López.
Su testimonio resultó crucial para condenar a los cuatro efectivos bonaerenses involucrados en el crimen. Pero, solo unos meses después, el destino volvió a golpear a Rodrigo. Un extraño accidente lo dejó ciego, obligándolo a aprender a vivir de nuevo en una nueva realidad.
A pesar de las dificultades, Rodrigo no dudó en asistir al juicio para declarar contra los asesinos de sus amigos. Tuve un accidente, quedé ciego, pero lo que pasó esa noche no me lo olvido más, afirmó con determinación.
La historia de Rodrigo es una muestra de valor y coraje frente a la adversidad. A pesar de perder la visión, siguió adelante y cumplió con su deber como testigo de un crimen abominable. Su testimonio fue clave para que los asesinos de sus amigos fueran llevados ante la justicia.
La Masacre de San Miguel del Monte sigue siendo una herida abierta en la sociedad argentina. Los motivos que desencadenaron la tragedia siguen siendo un misterio, y la condena de los policías involucrados no ha logrado cerrar del todo el caso. Pero el testimonio de Rodrigo ha servido como un faro de esperanza en la lucha contra la impunidad y la corrupción policial.
A pesar de las dificultades, Rodrigo ha demostrado que es posible superar las adversidades y seguir adelante. Su historia es una lección de vida y una muestra de que, incluso en las circunstancias más difíciles, siempre hay una luz al final del túnel.