Un dron inofensivo se convirtió en una letal arma de destrucción en manos de la temible organización criminal de La Familia Michoacana. Ramón, un lugareño de la comunidad de El Durazno, revive con terror el ataque que redujo en cenizas más de 4 mil hectáreas de la Reserva de la Biosfera Sierra Tecuani, en Coyuca de Catalán, Guerrero.
Pensamos que era inofensivo, pero de repente, zumb, se escuchó un ruido ensordecedor y luego... boom, recuerda Ramón con espanto. Su primo, Abel, confirma el ataque: Intentamos escondernos entre los árboles, pero los drones llevaban bombas. En cuestión de minutos, el bosque estaba en llamas.
El periódico MILENIO recorrió los caminos ahora llenos de ceniza y aún se pueden ver a lo lejos algunas columnas de humo y hogueras activas por toda la sierra. El ataque se prolongó por hasta tres horas y los habitantes de la comunidad de aserraderos y arena anaranjada confirmaron que los drones tenían bombas.
Después de 15 días, el fuego está controlado, pero la tranquilidad no volvió. Nueva información llegaba por radio de otras comunidades, advirtiendo que ya hubo otro ataque, con hasta 16 artefactos explosivos, en El Parotal y en El Camarón, poblaciones cercanas.
Traen un dron de vigilancia y traen dos drones de ataque cargados con bombas, más o menos en un trayecto de dos minutos, van y soltaron las bombas, van y los cargan, se vienen, y ya inmediatamente supimos que era un ataque, relata Abel a MILENIO.
Aunque la emergencia aparentemente ya se ha contenido, se desconoce el tamaño de la devastación. Estimaciones de la misma población refieren que los daños alcanzan las 4 mil 220 hectáreas tan solo de los ejidos de El Durazno y San Antonio de las Texas, en el municipio de Coyuca de Catalán.
Esto, enmarcado por un desgobierno que se percibe por las 348 mil 140 hectáreas serranas que conforman el Área Natural Protegida Reserva de la Biosfera, que abarca los municipios de Atoyac de Álvarez, Tecpan de Galeana, Ajuchitlán del Progreso, Coyuca de Catalán y San Miguel Totolapan, Guerrero.
Desde hace por lo menos dos años, El Durazno ha sido blanco de ataques y amenazas de la organización criminal que dirigen los hermanos Johnny y José Alfredo Hurtado Olascoaga, alias El Pez y El Fresa, precisamente por ser un lugar rico en recursos naturales, de difícil acceso, que sirve como guarida para la maña, y como conexión entre la costa grande y la Tierra Caliente.
Cuando caían las bombas… ellos festejaban, como que gritaban y sí los escuchamos. Sabemos que son ellos, la Familia Michoacana porque hablan por radio, hay ataques, ahí te va la lumbre… cosas así… burlándose, recuerda Abel, con frustración.
Aquí, las sierras, barrancas y valles se recorren en cuatrimoto, se vigilan desde las alturas, y se camina entre las cenizas. Todo el pueblo, campesinos y trabajadores de la madera, se asumen como guardabosques, ataviados con machete y escopeta.
Nos dedicamos a cuidar el bosque, pero ellos solo buscan destruirlo… ya no les basta con matarnos, también traemos escopetas, 22, y armas por eso no se nos arriman personalmente, pero mandan los drones que nos dejan caer las bombas con esquirlas artesanales y otras incendiarias con gasolina, acusa.
Durante la emergencia fue la misma comunidad que se organizó para apagar los incendios, colocando cortafuegos para impedir que el desastre se extendiera. Un trabajo desgastante, en el que apenas apoyó personal de la Conanp y elementos del Ejército Mexicano.
El Ejército de vez en cuando viene, nos apoyó en cuestión de incendios forestales, seguridad, trabajó, según explica el comisariado ejidal de El Durazno Ignacio Chávez.
Por el momento, los ataques para el Durazno han cesado, y su población se resiste a dejar sus hogares, su bosque y su biodiversidad.
Con un a quien corresponda, el comisariado concluye y hace un llamado: No sabemos cuál es la intención de estos ataques, pero es urgente que se proteja nuestro bosque. Nuestros esfuerzos son de interés social y no político. El futuro de nuestra comunidad depende de ello.