
Mientras el Congreso de los EE.UU. debate sobre la regulación de los criptoactivos, un grupo de senadores demócratas ha presentado un proyecto de ley que apunta al pasado en lugar de avanzar hacia el futuro. Este proyecto de ley no se trata de corrupción, sino más bien de un intento de sancionar al presidente de El Salvador, Nayib Bukele, y a su país por su adopción de Bitcoin como moneda de curso legal.
Los senadores Van Hollen, Kaine y Padilla están detrás de esta iniciativa, que no refleja la tendencia actual en el Congreso de regular Bitcoin y otras criptomonedas de manera justa y segura. Por el contrario, este proyecto de ley parece ser un anacronismo, un eco de una política hostil hacia Bitcoin que ya había comenzado a desvanecerse.
Esta propuesta legislativa es un reflejo de las viejas políticas de control que han sido utilizadas durante décadas por los Estados Unidos como herramientas de poder geopolítico. A través de sanciones, presiones del FMI y control sobre el sistema SWIFT, los Estados Unidos han disciplinado a las naciones que se desvían de la ortodoxia económica dictada desde Washington.
Sin embargo, la adopción de Bitcoin por parte de Nayib Bukele es un desafío directo a este modelo, ya que representa una forma de soberanía financiera que está fuera del alcance de la Reserva Federal. Este movimiento tecnológico y financiero global no puede ser detenido, y cualquier intento de hacerlo simplemente resultará en un fracaso.
Es importante tener en cuenta que este proyecto de ley solo refleja la opinión de una minoría en el Congreso estadounidense, y que la conversación en Washington ya no gira en torno a si Bitcoin debe ser prohibido o no. En su lugar, se está debatiendo cómo integrar de forma segura y eficiente Bitcoin y otras criptomonedas en el sistema financiero tradicional.
Los políticos con posturas anti-criptomonedas son ahora una minoría en los EE.UU., y se está trabajando en esfuerzos complejos y bipartidistas para crear un marco para las stablecoins y definir reglas claras para exchanges y custodios.
En resumen, este proyecto de ley es un lastre del pasado que choca frontalmente con la nueva dirección política de su propio país. Mientras Washington aprende a convivir con Bitcoin, esta propuesta se aferra a un control que ya no existe. No es una ley para el futuro, sino más bien una nostalgia de un control que se está desvaneciendo.,