
La crisis interna en Venezuela y el debilitamiento de sus aliados internacionales como China, Rusia, Irán, e incluso Cuba, sumado a la contundencia de las últimas elecciones y la aplicación de un plan de acción unificado, acortan el horizonte de salida para el actual gobierno. Sin embargo, a pesar de su vulnerabilidad, el gobierno se mantiene en el poder por la inercia de sus mecanismos de control y la falta de una respuesta unificada entre quienes buscan el cambio.
La encuesta más reciente de Meganálisis indica que el 86,1% de los venezolanos desea que Maduro y el chavismo dejen el poder, y el 84,6% cree que este no se preocupa por el bienestar de los ciudadanos. Además, la dirigente opositora María Corina Machado cuenta con un elevado nivel de aceptación popular, con un 70,2%, en comparación al 8,3% de aceptación que tiene Maduro.
Mientras tanto, las sanciones financieras y judiciales continuarán evolucionando hacia un modelo más preciso, buscando asfixiar económicamente a las élites chavistas y persiguiendo a los capos con órdenes de captura internacional.
La hoja de ruta para la salida del gobierno de facto se está delineando, y aunque no se puede establecer una fecha exacta, se espera que el proceso se acelere en las próximas semanas o meses, especialmente si la masa crítica de funcionarios intermedios y militares de rango medio perciben que el costo de la lealtad es mayor que el de la desafección o la pasividad.
Para el gobierno chavista, es recomendable concentrarse en controlar y mitigar la implosión interna, mientras que para el liderazgo opositor, es fundamental articular la transición económica en beneficios diarios tangibles para el ciudadano común.
Por último, la dirigencia empresarial debe reconocer que el futuro de la industria petrolera y la economía venezolana se perfilan como un modelo privado, altamente tecnológico y eficiente. Por lo tanto, es recomendable que comiencen a invertir en tecnologías y capacitación que les permitan competir en un sector privatizado y tecnológicamente avanzado.,