La casa, situada al final de una calle arbolada en un pequeño pueblo, desentona con el entorno de construcciones sin terminar que la rodean. Su apariencia elegante y los detalles distintivos, como una supuesta escalera de caracol y ventanas tintadas, llaman la atención de los lugareños. Sin embargo, es el interior lo que realmente sorprende, con un comedor nuevo, una cocina equipada y un suelo de mármol. Todo este lujo en un pueblo sin nombre, a tres horas de la Ciudad de México, es difícil de asimilar.
La casa pertenece a Ramiro, un hombre que lleva cuatro años sin salir de sus muros, temiendo por su vida. Ramiro es el último contrabandista de huachicol en el pueblo, un negocio que una vez fue próspero pero que ahora está en declive. La paranoia de Ramiro es justificada, ya que sus antiguos compañeros han sido asesinados por los cárteles de la droga que se han apoderado del negocio.
Ramiro comenzó en el mundo del huachicol en 2011, cuando trabajaba como operador de grúa en una bodega. Su tío, El Pelón, un hombre con una gran capacidad matemática, lo introdujo en el negocio. El Pelón era un visionario que construyó un imperio delictivo con la ayuda de ex trabajadores de Pemex. Conocía la ubicación exacta de los ductos y los horarios de las patrullas de Pemex, lo que le permitió fundar un imperio que alteró profundamente la estructura social y política del pueblo.
El negocio de huachicol funciona de la siguiente manera: los halcones vigilan el territorio y alertan a los valvulares y choferes cuando llega una cuadrilla de Pemex. Los bodegueros y controladores de piscina se encargan de almacenar y distribuir el combustible, mientras que los dueños de camioneta ganan hasta 70 mil pesos a la semana. Sin embargo, el negocio también ha tenido un impacto devastador en la región, drenando recursos de las arcas del gobierno mexicano.
La relación de Ramiro con el huachicol ha sido una montaña rusa de éxitos y fracasos. A pesar de los riesgos, Ramiro prefirió ordeñar diésel en lugar de gasolina, ya que el riesgo de muerte inminente era menor. Sin embargo, un error simple llevó a una reflexión contundente de Ramiro: Picar gasolina es muy peligroso.
En la actualidad, Ramiro vive en una casa rodeada de alambre de púas y cámaras de seguridad, temiendo por su vida. El imperio del huachicol que una vez fue próspero ha desaparecido, y los muchachos de la gasolina se han extinguido. Ramiro es el último huachicolero, viviendo en la sombra y temiendo por su vida.,