En el departamento de Boyacá, se han llevado a cabo varios proyectos encaminados a superar la pobreza, en un territorio diverso en aspectos regionales, productivos, sociales y culturales. Al conversar sobre las desigualdades en Colombia, específicamente en Boyacá, se destaca la diversidad en el ámbito rural, se analiza el valor agregado a la producción campesina y se debate sobre diferentes concepciones del desarrollo. La integración con la economía global requiere la participación de los y las campesinas en la definición del plan de desarrollo, teniendo en cuenta las diferencias ecológicas, productivas y socioculturales que prevalecen en la región.
Piedad Guzmán cuestionó cómo se compone la economía campesina, reconociendo las unidades muy pequeñas, y señalando que no es lo mismo tener entre dos y ocho vacas que tener 50. Además, hay cientos de mujeres que no tienen tierras pero trabajan en el sector agropecuario y pesquero. Estas realidades son el resultado de las vidas de hombres y mujeres mayores, pero cuáles son las expectativas de los y las jóvenes Esta generación defiende su derecho a permanecer en el campo con buenas condiciones de vida y trabajo.
En Boyacá se han implementado múltiples proyectos para superar la pobreza, sin embargo, el desarrollo aparece como una idea y un conjunto de decisiones fragmentadas y discontinuas, aplicadas a diferentes escalas, superpuestas a lo largo del tiempo y relacionadas de diversas maneras con el conflicto armado en el país. Por ejemplo, en la década de 1950 y 1970, se intentó llevar la revolución industrial al campo y convertir las actividades campesinas en modernas empresas agropecuarias. En la década de 1990, el camino del desarrollo se dejó en manos del libre mercado con la apertura económica y la retracción del apoyo estatal. A principios del siglo XXI, los organismos internacionales reconocieron las singularidades de la economía campesina y la cultura como recursos para el desarrollo económico y social, seleccionando grupos de productores para promover la reconversión económica hacia actividades estratégicas.
En Paipa y Sotaquirá, se observa cómo se ha buscado el desarrollo a través de modelos educativos, la ganadería y el mejoramiento genético, el cultivo de frutales, la construcción de la termoeléctrica y la extracción de carbón en la región, la construcción de vivienda en altura y de vivienda social, y el turismo, entre otros. Recientemente, con el financiamiento internacional y el acompañamiento del Estado, surgen iniciativas para valorizar productos con una impronta campesina. Sin embargo, estas ideas e intervenciones a menudo pasan por alto las tensiones que se generan entre los programas, normas, empresas o personas y su forma de hacer las cosas.
Para abordar estas desigualdades, José Luis Cruz sugiere ruralizar la política educativa del país, facilitar el acceso, democratizar la calidad de la educación y profundizar el vínculo de las universidades con el contexto agroproductivo. Además, se destaca la importancia de asegurar la formación de los jóvenes y de las mujeres en ciencia y tecnología, y se advierte que la reducción de desigualdades requiere inversiones significativas para reconocer los históricos aportes de los pequeñísimos productores de las zonas altas y las veredas alejadas a las economías locales y los consumidores urbanos.
En definitiva, la superación de la desigualdad requiere reconectarnos con el territorio, con sus tradiciones y sus riquezas; y hacerlo juntando saberes. El arte también puede desempeñar un papel importante en este proceso, como puente de conocimientos y lenguajes, tal como lo demuestra el cortometraje Un espacio entre las manos, creado por el artista boyacense Santiago Lemus, en el que se relata el proceso de elaboración y maduración del Queso Paipa, en un paralelo con las formas como se crean el territorio y las oportunidades entre las montañas boyacenses.,