La madrugada del 8 de septiembre de 1990, Rita Furlán, una joven de 23 años y madre de tres hijos, se dirigió a su trabajo habitual en el boliche Clivus de Catamarca. Ese fatídico día, se cruzó con María Soledad Morales, una adolescente de 17 años que desaparecería y sería encontrada asesinada dos días después. La testigo, que en ese momento no sabía que su relato sería clave en el futuro juicio por el femicidio, sufrió condena social y fue señalada en la calle tras su testimonio.
María Soledad había acudido a un baile con sus compañeras de colegio para recaudar fondos para el viaje de egresados. Cerca de las 2:30 de la madrugada, se despidió de una amiga en la parada de colectivos y se quedó sola, esperando a Luis Tula, un hombre 12 años mayor con el que había iniciado una relación. Tula la convenció de acompañarlo al boliche Clivus, donde, según la causa, la entregó a sus asesinos.
Rita Furlán fue la primera persona en declarar haber visto a la víctima y a Guillermo Luque, hijo de un diputado nacional, dentro del boliche esa noche. Su testimonio ponía en duda la coartada de Luque, quien aseguraba encontrarse en Buenos Aires y no en Catamarca. Sin embargo, Rita no se desdijo y su valentía fue determinante para que el caso no quedara impune.
El trágico final de María Soledad se escribió en Clivus, donde la joven fue drogada y violada por varios hombres, entre ellos Luque. Su cuerpo fue encontrado dos días después en un basural, casi irreconocible. La condena social que sufrió Rita Furlán después de su testimonio fue dura: perdió su trabajo, recibió amenazas y fue señalada en la calle. A pesar de ello, nunca se arrepintió de haber hablado y sigue viviendo en Catamarca, donde hace dos años tuvo que enfrentar otra batalla al ser diagnosticada con cáncer de mama.
Hoy, a los 34 años del femicidio de María Soledad Morales, ninguno de los dos condenados por el crimen cumple su condena. Rita Furlán, por su parte, ha logrado reinventarse y encontrar fuerza en su carrera musical y en su faceta como terapeuta alternativa. A pesar del alto precio que tuvo que pagar por su testimonio, no se arrepiente de haber hablado y sigue adelante con su vida, dando ejemplo de resiliencia y fortaleza.