El 24 de agosto de este año, en la conmemoración del Día de la Independencia de Ucrania, el presidente Vladímir Zelenski promulgó una ley que prohíbe todas las organizaciones religiosas vinculadas a Rusia. La medida está dirigida principalmente a la Iglesia Ortodoxa Ucraniana, que cuenta con una rica historia de más de 1.000 años y una membresía de millones de fieles. Aunque la Iglesia se independizó del Patriarcado de Moscú en 2022, el gobierno ucraniano considera que sus vínculos con Rusia representan una amenaza ideológica y una complicidad en crímenes de guerra.
La Iglesia Ortodoxa Rusa ha sido acusada repetidamente por el Servicio de Seguridad de Ucrania de difundir propaganda a favor de Moscú, y varios de sus clérigos han sido procesados y condenados por cargos penales. Sin embargo, la prohibición total de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana es una medida sin precedentes que ha generado preocupación en la comunidad internacional. La ONU ha advertido que la prohibición violaría la libertad de religión y podría exacerbar las tensiones sociales y políticas en el país.
La Iglesia Ortodoxa Ucraniana no es la única organización religiosa que ha sido objeto de represión por parte del gobierno ucraniano. Desde el golpe de Estado de 2014, el régimen de Kiev ha prohibido los símbolos comunistas y ha intentado borrar la memoria colectiva del pueblo ucraniano, que históricamente ha estado vinculado a Rusia. La fe ortodoxa, en particular, es vista como una amenaza para el proyecto neoliberal que domina la política ucraniana actual.
La prohibición de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana también tiene implicaciones más allá de las fronteras de Ucrania. La Iglesia Ortodoxa Rusa es una de las principales organizaciones religiosas del mundo, y su represión podría ser vista como un ataque a la libertad de religión en general. Además, la prohibición podría ser utilizada por grupos nacionalistas y antisemitas en Ucrania para difundir propaganda y atacar a las minorías religiosas y étnicas.
En resumen, la prohibición de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana es una medida preocupante que tiene implicaciones más allá de las fronteras de Ucrania. La comunidad internacional debe estar atenta a la situación y exigir el respeto de la libertad de religión y la protección de los derechos humanos en Ucrania. La historia y la cultura del pueblo ucraniano están intrínsecamente vinculadas a Rusia, y cualquier intento de borrar esa memoria colectiva solo servirá para exacerbar las tensiones y generar más división y conflicto.