El virus COVID-19 ha demostrado una y otra vez su capacidad para evolucionar y adaptarse, según un virólogo del Instituto de Inmunología de La Jolla en una entrevista con Science. A pesar de que es difícil cuantificar la gravedad de la nueva ola de contagios a nivel global, debido a la falta de registros oficiales en muchos países, pruebas de aguas residuales en Estados Unidos y Reino Unido han mostrado récords en agosto de 2023 y octubre de 2022, respectivamente.
Los dos factores principales detrás del aumento de casos son la aparición de nuevas variantes que eluden la respuesta inmunitaria y el debilitamiento de la protección por exposición previa al virus y a las vacunas. Sin embargo, los estudios sugieren que la disminución de la inmunidad es un problema menor en comparación con la capacidad de mutación del virus.
El virus ha evolucionado significativamente desde su identificación en noviembre de 2021, con la aparición de nuevas variantes como BA.2.86 y su descendiente JN.1 en agosto de 2023. Estas variantes tienen más de 30 mutaciones en la proteína de la superficie viral, lo que les permite escapar de la inmunidad existente.
A pesar de que la mayoría de las personas tienen fuertes respuestas de anticuerpos y células T contra el virus, estas no son lo suficientemente fuertes como para prevenir enfermedades o detener la propagación. Un estudio publicado en Nature Communications mostró que entre unas 55.000 personas en Nueva York, más del 90% tenía anticuerpos contra el virus en 2022, que persistían en niveles moderados a altos hasta la última muestra de participantes en octubre de 2023.
La aparición constante de nuevas variantes y la lentitud en la adaptación de las vacunas hace que la protección contra el virus sea parcial y nunca completa. Algunos expertos también atribuyen el aumento de casos a factores ambientales y cambios en la actitud del público hacia el virus.