En una zona montañosa del municipio de Viotá, en Cundinamarca, Colombia, Luz Marina Peñalosa y un grupo de mujeres cultivan café en una finca distante y difícil de alcanzar por una carretera estrecha y pedregosa, rodeada de plantaciones de plátano. Estas mujeres tienen su propia asociación de caficultoras, Asomucavit, la cual comenzó en 2013 y originalmente incluía a hombres, pero siempre han sido ellas quienes la han dirigido.
Luz Marina, presidenta de Asomucavit, explica que históricamente a las mujeres no se les permitía participar en las reuniones de los grupos de amistad de caficultores, lo que las llevó a crear su propia asociación y luchar por el reconocimiento de su trabajo como productoras de café y amas de casa. A pesar de los problemas que enfrentaron con sus maridos, quienes no aceptaban que formaran parte de asociaciones, lograron obtener la independencia económica gracias a recursos y herramientas proporcionadas por empresas como Procafecol.
La asociación cuenta con alrededor de 30 miembros, en su mayoría pequeñas productoras que también cultivan aguacates, mangos o bananos. Marcely Cañón, dueña de una parcela cafetera, cultiva y recolecta café sola y produce suficiente para vender diariamente durante la temporada de cosecha. Su sueño es que sus hijos reconozcan y aprecien su trabajo, aunque ellos no sean muy de campo.
Las mujeres de Asomucavit comparten el anhelo de que su café trascenda las fronteras nacionales y llegue a muchos más países, como otros granos colombianos. Actualmente, están vendiendo bien su café y tienen proyectos para abrir una tienda en Viotá y atraer a mujeres más jóvenes a la asociación para garantizar su continuidad y evolución. La idea es que todas puedan ser líderes y manejar sus propios recursos y productos.