Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, el Ártico experimentó un cambio significativo, transformándose de una región tranquila a un punto de contacto entre la Unión Soviética y Estados Unidos. Este nuevo escenario ha convertido al Ártico en un área estratégica, según Pedro Silva, experto en relaciones internacionales de la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro.
La disputa territorial en el Ártico se intensificó en 2008, cuando un informe del Servicio Geológico de Estados Unidos estimó que el 13% de las reservas de petróleo y el 30% de las reservas de gas natural inexploradas del planeta se encuentran bajo el hielo ártico. Desde entonces, la región ha adquirido una gran importancia estratégica, especialmente debido al descubrimiento de yacimientos de minerales de tierras raras, necesarios para la transición a las nuevas fuentes de energía.
A diferencia de la Antártida, el Ártico no tiene tierra firme y está compuesto por capas de hielo con aguas saladas. Su plataforma continental es objeto de disputa debido a los recursos naturales que permanecen intactos bajo la placa glaciar. Esto ha llevado a potencias como Estados Unidos a expandir arbitrariamente los límites de su plataforma continental en el Ártico para asegurarse recursos en el lecho marino.
El principal agente de la política internacional sobre la región es el Consejo Ártico, una organización intergubernamental fundada en 1996 que cuenta con ocho Estados miembros permanentes: Rusia, Estados Unidos, Canadá, Islandia, Dinamarca, Noruega, Suecia y Finlandia. Silva señala que el organismo es un club muy cerrado, formado en su mayoría por países de la OTAN, mientras que cualquier otro país que quiera entrar, entra como observador, sin derecho a voto.
La rivalidad entre los miembros del Consejo Ártico ha aumentado el grado de explotación de la región, lo que, a su vez, no puede sino repercutir en el estado del medio ambiente a escala planetaria e incluso acabar con la vida humana en la Tierra, advierte el analista. Si la explotación del Ártico continúa como ahora, nos enfrentaremos a una situación muy grave, ya que cualquier extracción, tanto de hidrocarburos como de minerales, implica un aumento de las emisiones locales, e incluso sin ellas, el Ártico ya se está calentando entre dos y cuatro veces más rápido que el resto del planeta.
La carrera por los recursos del Ártico se está llevando a cabo de manera irresponsable, como una simple carrera: quien llega primero, gana y se lo lleva. Pero el premio final podría ser la invalidación de nuestra vida en la Tierra, porque es una región muy sensible y ya está sufriendo los efectos del cambio climático.