Increíble pero cierto En 1944, una joven salteña llamada Alcira Methyger, huérfana y con el corazón roto, viajó a Buenos Aires junto a su hermana en busca de un futuro mejor. Tras la muerte de sus padres, ambas se dedicaron al servicio doméstico para sobrevivir.
Un día, Alcira conoció a Jorge Burgos, un hombre diez años mayor que ella, en la casa donde trabajaba en la avenida Montes de Oca al 300, en el barrio de Barracas. Pronto entablaron una relación amorosa, pero la felicidad no duró mucho.
El destino quiso que Jorge descubriera que Alcira tenía un amante, lo que lo llevó a cometer un crimen atroz. Asesinó a la joven de 27 años, la descuartizó y esparció sus restos por el conurbano bonaerense. Un crimen de película
Dos días después del asesinato, un sacerdote encontró un torso de mujer en Loma Hermosa, a 400 metros de la estación Hurlingham. Ocho días después, se encontraron las extremidades inferiores en el cruce de la avenida Cruz y Pedernera en el sur de Buenos Aires. Y el drama no terminó ahí El tripulante de una chata que navegaba en el Riachuelo encontró un canasto de alambre y madera con la cabeza de una mujer. La cabeza de Alcira
La policía, encabezada por el comisario Urricelqui, comenzó una investigación y entrevistó a los allegados de Alcira. Su hermana Ana, que desconocía el hecho, reveló que Alcira tenía tres novios, entre ellos, Jorge Burgos. El sospechoso número uno
Burgos fue el último en ser entrevistado y, cuando las sospechas apuntaron hacia él, huyó a Mar del Plata. Pero la policía lo detuvo y confesó todo. En un tono escalofriante Dijo que, cuando descubrió la infidelidad de Alcira, se enojó y la mató. Luego, la descuartizó y la arrojó en distintos lugares de la ciudad. Un crimen sin precedentes
El juicio contra Burgos fue en 1955 y fue condenado a 20 años de prisión por homicidio simple. Pero, en 1996, quedó en libertad por buena conducta. Un final inesperado para un crimen tan atroz