La SONRISA de Saray irradia esperanza en un barrio donde la violencia es la norma. Un lugar donde los enfrentamientos a tiros, las pistolas y armas largas apuntando a su rostro, y las vidas truncadas por las drogas y la violencia, son tristemente comunes. Saray, de 27 años, ha sobrevivido a todo eso y sigue sonriendo.
Nacida y criada en el sector El León de El Cementerio, Saray ha visto la muerte de cerca. Su hermano Alissander, de 23 años, fue asesinado en 2017, dejando a su familia en un abismo de dolor. Su muerte desató una ola de destrucción en el hogar, con su hermano Gidelca sumiéndose en sentimientos autodestructivos y abandonando el liceo, y su hermano menor, Gustavo, siguiendo los pasos de Alissander hacia las drogas y la violencia.
Pero Saray no se rindió. Ella se aferró a su sonrisa y a su determinación para cambiar las cosas. Comenzó a organizar actividades comunitarias y, en 2019, abrió un comedor de Alimenta La Solidaridad en su sector. Un lugar que no solo proporciona comida a los niños desfavorecidos, sino que también ofrece una alternativa a la violencia y las drogas.
Saray ve cómo las niñas del barrio idealizan a los miembros de las bandas, viéndolos como un trofeo y una garantía de respeto. Pero ella sabe la verdad: estos hombres maltratan a las mujeres y les ofrecen una vida de encierro en el mismo barrio. Saray quiere cambiar eso.
A través de su trabajo en Alimenta La Solidaridad y Mi Convive, Saray está creando oportunidades para los jóvenes de su barrio. Les está mostrando que hay otra forma de vivir, lejos de la violencia y las drogas. Y está teniendo un impacto real. Uno de sus mayores éxitos ha sido el programa de pastelería, donde los jóvenes aprenden un oficio y ganan confianza en sí mismos.
Pero el camino no ha sido fácil. Saray ha tenido que luchar contra las drogas, el poder de las bandas y la influencia de hogares disfuncionales. Ha tenido que ser paciente y comprensiva, sabiendo que muchos de estos jóvenes vienen de backgrounds difíciles. Pero ella sigue adelante, convencida de que puede marcar una diferencia.
Saray es un faro de esperanza en un barrio oscuro. Su sonrisa es un recordatorio de que hay otra forma de vivir, una que no está marcada por la violencia y las drogas. Ella está mostrando a los jóvenes de su comunidad que hay otra forma de ser, y está dando a los niños del barrio una oportunidad de tener una vida mejor. Y eso, es algo que vale la pena sonreír.