Hace dos años, en la pequeña comunidad de Cerocahui, en la Sierra Tarahumara de Chihuahua, un acontecimiento trágico sacudió al país: el asesinato de los sacerdotes jesuitas Javier Campos Morales y Joaquín César Mora, así como del guía de turistas Pedro Eliodoro Palma Gutiérrez. Estos hombres habían dedicado sus vidas a ayudar a las comunidades indígenas de la región, pero fueron víctimas de la violencia y la impunidad que imperan en México.
El crimen tuvo lugar en el interior de la iglesia de Cerocahui, cuando Pedro Palma, perseguido por un líder criminal local conocido como El Chueco, buscó refugio en el templo. Los sacerdotes Javier Campos y Joaquín Mora intentaron intervenir para evitar el conflicto, pero fueron acribillados junto con Palma. El Chueco, líder de una célula criminal del Cártel de Sinaloa conocida como Gente Nueva, fue identificado como el principal sospechoso del crimen.
La noticia causó conmoción nacional e internacional, y la presión social llevó a las autoridades estatales a actuar. Sin embargo, la búsqueda de El Chueco resultó infructuosa, y el caso se estancó. Mientras tanto, la comunidad rarámuri y jesuita de México despidieron a los sacerdotes con una misa en su memoria.
Finalmente, en marzo de 2023, se informó que el cuerpo de un hombre con características físicas similares a las de El Chueco había sido localizado en el estado de Sinaloa. El presidente Andrés Manuel López Obrador confirmó su identidad, y se supo que el cuerpo había permanecido abandonado durante 24 horas en un camino entre las aldeas de El Chimal y Picachos.
Sin embargo, la muerte de El Chueco no necesariamente implica justicia para las víctimas. La Compañía de Jesús y otras organizaciones civiles han señalado que la ausencia de un proceso legal conforme a derecho sería un fracaso del Estado mexicano frente a sus deberes básicos y confirmaría que las autoridades no detentan el control territorial en la Sierra Tarahumara.
La aparición sin vida de El Chueco no puede considerarse un triunfo de la justicia, sino más bien una muestra de la impunidad y la violencia que siguen azotando a México. La memoria de los sacerdotes Javier Campos Morales y Joaquín César Mora, así como del guía de turistas Pedro Eliodoro Palma Gutiérrez, debe seguir siendo una llamada a la acción para construir una sociedad más justa y pacífica en la Sierra Tarahumara y en todo el país.