La historia del sanguinario fotógrafo conocido como el Asesino de Chicas Glamorosas nos revela hasta dónde puede llegar la mente retorcida de un criminal, marcada por un pasado lleno de humillaciones y rechazo. Harvey Glatman, nacido en Nueva York en 1927, fue constantemente víctima de burlas durante su infancia por el tamaño de sus orejas, apodado Dumbo por sus compañeros.
Este acoso escolar dejó una huella profunda en su personalidad, convirtiéndolo en un individuo solitario, introvertido y lleno de odio, especialmente hacia las mujeres que lo despreciaron. A los 17 años, Glatman ideó un macabro juego después de adquirir una pistola de juguete, atacando a adolescentes y forzándolas a desvestirse. A pesar de no llevar a cabo abusos sexuales, parecía disfrutar de su papel de intimidador, apodado como el Bandido Fantasma.
Tras ser encarcelado y cumplir cinco años de condena, Glatman reanudó su ola de crímenes en 1957, ahora con 30 años. Aprovechándose de su trabajo como fotógrafo, atraía a modelos prometedoras con la ilusión de ofrecerles una oportunidad en el mundo de la moda. Una de sus víctimas fue Judith Ann Dull, a quien secuestró, violó y asesinó en un desierto de California, conservando sus zapatos como recuerdo.
Glatman continuó con su patrón de comportamiento, acabando con la vida de Shirley Ann Bridgeford y Ruth Mercado en 1958. Sin embargo, su cuarta víctima, Lorraine Vigil, logró escapar después de morderle la mano. Su detención y el posterior registro en su hogar revelaron una colección perturbadora de fotografías de mujeres desnudas y amordazadas, sellando su condena a muerte.
El 18 de septiembre de 1959, Harvey Glatman fue ejecutado en la cámara de gas, concluyendo la historia de este sádico asesino que encontró en la fotografía una herramienta para satisfacer sus más oscuros instintos. Su vida nos recuerda el impacto que un pasado lleno de humillaciones puede tener en la formación de un asesino en serie y el terrible legado que dejan estos crímenes en la sociedad.