El 24 de mayo de 1993, en el aeropuerto de Guadalajara, un trágico y aún misterioso evento sacudió a México: el cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo fue asesinado en un supuesto caso de fuego cruzado entre dos bandas de narcotraficantes. Sin embargo, la versión oficial pronto se desmoronó, revelando una verdad aún más impactante.
En una primera declaración, el entonces procurador Jorge Carpizo afirmó que el cardenal había muerto en un tiroteo entre dos grupos de narcotraficantes. Pero el dictamen forense contradijo a Carpizo: Posadas recibió 14 balazos en el pecho a quemarropa. En una segunda versión, basada en los testimonios de sicarios al servicio de los hermanos Arellano Félix, Carpizo afirmó que los asesinos habían confundido al cardenal con Joaquín El Chapo Guzmán, a quien tenían planeado asesinar en Guadalajara. Así, para el gobierno mexicano, el asesinato de Posadas fue una terrible confusión.
La PGR difundió carteles con fotografías y retratos hablados de Guzmán, Héctor El Güero Palma y Benjamín Arellano, acusándolos del homicidio del cardenal y ofreciendo hasta 15 millones de pesos como recompensa. Esta fue la primera vez que se exhibieron públicamente los rostros de los tres narcos. Sin embargo, cometieron un error: exhibieron a otro de los Arellano, pero no era la foto de Javier, sino de Eduardo, otro de los hermanos. La versión de la confusión se consolidó cuando Guzmán, ya arrestado, declaró que los Arellano habían intentado matarlo en el aeropuerto.
El entonces obispo Juan Sandoval Íñiguez y otros jerarcas de la iglesia católica no solo rechazaron el relato de la PGR, sino que también se aprovecharon del mismo: filtraron información del expediente y difundieron la idea de un crimen de Estado para obtener más privilegios.
El crimen de Estado tomó forma el 9 de marzo de 1999, cuando José Alfredo Andrade Bojorges, exabogado de Amado Carrillo, declaró que su difunto jefe recibió información de que los responsables del crimen no habían sido los Arellano ni El Chapo, sino personas con pelo corto, vestidas con pantalón de mezclilla, camisa a cuadros y botas nuevas con las que se les dificultaba correr.
Pero, quién mató al cardenal Jesús Posadas Ocampo La verdad sigue siendo un misterio, envuelto en una madeja de intrigas, corrupción y violencia que aún hoy sacude a México.