En el vibrante corazón de los Montes de María, San Jacinto, la ciudad cultural de la región y cuna mundial de la gaita, se desarrolló un evento que conectó profundamente el espíritu de su gente con la tierra que les vio nacer. Este pueblo, reconocido como el primer centro artesanal de la costa Atlántica, se engalanó para la campaña me pongo la diez, una iniciativa de la Policía Nacional en colaboración con la Fundación Panamericana para el Desarrollo Fupad, la Armada Nacional, Gestores de Participación Ciudadana y las Juntas de Acción Comunal.
La jornada comenzó con la limpieza de la plazoleta de la 19, en el barrio El Guanábano. Con el amanecer en ciernes, vecinos y voluntarios, equipados con escobas y palas, se unieron para devolverle a este lugar de San Jacinto el esplendor que merecía. Se trataba de un gesto sencillo, pero cargado de simbolismo: mantener un entorno saludable y proteger los parques como una expresión de amor por su tierra.
A medida que el día avanzaba, las actividades recreativas y lúdicas fueron llenando el ambiente de risas y alegría. Más de 150 personas, entre ellas 50 niños, disfrutaron de una convivencia que trascendió generaciones. En dos fogones de leña, bajo la vigilante supervisión de miembros de la comunidad, funcionarios y agentes de la policía, se preparaba un delicioso almuerzo comunitario. No hubo distinción de roles: todos, desde el más pequeño hasta el más experimentado, ayudaron a pelar verduras, lavarlas, picarlas, echarlo a la olla y removerlo hasta que el sancocho, humeante, estuviera listo para ser servido. El aroma del sancocho inundó el aire, atrayendo a los residentes del sector que se unieron en torno a la olla comunitaria.
Este momento de comunión fue algo más que una comida; fue la reafirmación de los lazos familiares y comunitarios que sustentan a San Jacinto. Finalmente, junto a la fogata, mientras las llamas se apagaban lentamente, la comunidad se expresó, compartió sus preocupaciones y, en un acto de responsabilidad compartida, se comprometió a buscar soluciones conjuntas a los problemas que aquejan a su pueblo.
San Jacinto, la tierra de la hamaca grande, cerró el día con la satisfacción de haber fortalecido sus vínculos, de haber compartido no solo un sancocho, sino un sueño de unidad y esperanza para el futuro.,