El 19 de junio de 1991, una noticia sacudió a Colombia y al mundo entero: Pablo Emilio Escobar Gaviria, fundador del cártel de Medellín, se entregó voluntariamente a las autoridades de su país. No obstante, la felicidad de tener atrás las rejas a uno de los narcotraficantes más peligrosos de la historia duró poco, ya que el gobierno colombiano cedió a las demandas de Escobar para su rendición, entre las que se encontraban tener una cocina propia, no ser extraditado a los Estados Unidos y garantizar la seguridad de su familia.
La prisión en la que fue recluido, conocida como La Catedral, era un lugar de lujo, con acabados en mármol y oro, y donde Escobar tenía el control total. Incluso, permitía la entrada de mujeres con las que organizaba fiestas y orgías en la noche. Además, recibía visitas de políticos y sacerdotes en su celda.
Sin embargo, la estancia de Escobar en prisión no detuvo sus actividades delictivas, ya que comenzó a extorsionar a otros cárteles colombianos para poder operar. Esto desató una ola de violencia en Medellín, con asesinatos masivos y una división en la célula criminal.
El 22 de julio de 1992, Escobar se fugó de la prisión junto con nueve de sus socios. Existen varias teorías sobre cómo logró escapar, desde usar un túnel hasta romper una pared de cemento en la parte trasera del penal. Tras su fuga, se desató una ola de violencia en Colombia, con más de 500 policías asesinados en menos de un año.
El gobierno colombiano implementó una estrategia para encontrar a Escobar, pero la poca efectividad de las autoridades llevó al surgimiento de un grupo criminal llamado Los Pepes, conformado por narcotraficantes con entrenamiento paramilitar que habían sido amenazados por Escobar. Los enfrentamientos entre Los Pepes y la célula del cártel de Medellín llevaron a un aumento de la violencia en las calles de Medellín y Bogotá, con más de mil muertes de inocentes en 500 días.
Finalmente, Pablo Escobar fue asesinado el 2 de diciembre de 1993, durante un operativo en el que participaron las autoridades colombianas y Los Pepes. Su muerte no puso fin al narcotráfico y el narcoterrorismo, como predijo un familiar suyo.