La noche del 11 de julio de 1984, Oriel Briant, una profesora de inglés de 37 años, fue despiadablemente asesinada después de ser secuestrada de la casa de su madre en City Bell, Argentina. Su cuerpo, con 37 puñaladas y un tiro en la cara, fue encontrado dos días después a orillas de la ruta 2. A pesar de que su exesposo, Federico Pippo, fue el principal sospechoso de este crimen atroz, la causa prescribió sin acusados ni respuestas a preguntas clave, como quién estaba del otro lado de la puerta cuando Briant abrió o por qué lo hizo.
La vida conyugal de Briant y Pippo estuvo marcada por la violencia y las amenazas, lo que llevó a la víctima a separarse de su esposo en marzo de 1984. Pippo, un reconocido profesor de Filosofía y Literatura, era conocido por su comportamiento extraño y sus tendencias violentas. De acuerdo con María Luz, vecina y amiga de Briant y su hermana Denise, Pippo tenía a su esposa completamente aterrorizada.
La noche del crimen, Briant se encontraba en la casa de su madre con sus cuatro hijos. Cuando Pippo se enteró de que ella había iniciado una relación con otro hombre, José Alberto Mensi, las cosas empeoraron. Sin embargo, Mensi fue liberado pronto por falta de mérito. Los investigadores then centraron su atención en Pippo y su entorno.
El cuerpo de Briant fue encontrado con un par de medias celestes, una prueba clave que fue mal manejada por la policía y devuelta a Denise con el comentario de que la lavara si así lo deseaba. Otra teoría alcanzó al alumno de Pippo, quien declaró que Pippo le había confesado planes para matar a Briant. Ambos fueron brevemente detenidos, pero no había pruebas suficientes para mantenerlos en prisión.
A pesar de que la investigación estuvo plagada de irregularidades y teorías confusas, como la implicación de una secta y supuestos vínculos con el cine snuff, el caso de Oriel Briant sigue sin resolverse. Su exesposo, Federico Pippo, fue absuelto y murió en 2009, mientras que los restos de Briant fueron entregados a un osario común en 1991 por falta de pago de la tasa municipal de sepultura. Su nombre, sin embargo, sigue vivo en la memoria colectiva, un recordatorio de un misterio sin resolver que toca fibras íntimas y sigue latiendo después de 40 años.