
La reciente serie de Netflix, Narcos: México, presenta una escena donde un sicario, vestido con una camisa de diseñador, enciende un puro luego de asesinar a un enemigo. Esta imagen, aunque teatral, ha encontrado su lugar en el catálogo de streaming, donde la violencia es el centro de atención. Narcoseries, dramas policiacos y thrillers urbanos son sólo algunos ejemplos del crimen convertido en entretenimiento.
En artículos anteriores, MILENIO ha abordado cómo la violencia e inseguridad se han transformado en herramientas discursivas del miedo, dispositivos de control o incluso productos de mercado. La pregunta que surge es qué hay detrás de la violencia que se comparte a través de las pantallas y cómo moldean estas ficciones las ideas sobre la seguridad, la justicia o el poder.
En los últimos años, la violencia ha dejado de ser exclusivamente un asunto de interés público para convertirse en contenido mediático de alto consumo. En noticieros tradicionales y en producciones de entretenimiento, el crimen, el miedo y la brutalidad se representan no solo como hechos noticiosos, sino como insumos estéticos y narrativos. La violencia se presenta de forma constante y amplificada en los noticieros, con imágenes explícitas y titulares alarmistas, contribuyendo a una percepción distorsionada de la inseguridad y normalizando la violencia en el consumo cotidiano de información.
Lo mismo ocurre en la ficción televisiva y el streaming, particularmente en el auge de las narcoseries y dramas policiacos. La violencia no solo es parte de la trama, sino que se vuelve central en la construcción de personajes, clímax narrativos y estrategias visuales. Ambos formatos -informativo y de ficción- colocan a la violencia en el centro del relato, no necesariamente para denunciarla, sino para mantener la atención del espectador. De esta manera, el crimen se convierte en espectáculo y la inseguridad, en un contenido rentable.
Es importante reflexionar sobre cómo las representaciones de la violencia en el entretenimiento no son neutrales y cómo codifican, personalizan y simplifican la violencia para que sea comprensible, atractiva y vendible. La violencia vende, atrapa al espectador y genera conversación en redes sociales, por lo que es una apuesta segura para las plataformas de streaming.
Por ende, es crucial entender la relación entre la violencia y el entretenimiento, ya que el contenido violento no solo influye en las emociones y reacciones del espectador, sino también en la construcción de valores, opiniones y sensaciones en la opinión pública. Podría decirse que el poder de seducción de la violencia audiovisual reside en que despierta una curiosidad y unas emociones difíciles de experimentar en la vida cotidiana.
Por otro lado, destaca que en este tipo de contenido pasan desapercibidas las verdaderas víctimas, y sus historias rara vez se cuentan con profundidad, no se da a conocer quiénes eran, qué les pasó después, ni cómo la violencia les cambió la vida. Sin embargo, el contenido de entretenimiento enfocado en temas de violencia obtiene aceptación social porque conecta con dimensiones personales, reflejando la violencia que existe en la sociedad a modo de espejo.
En conclusión, la violencia se ha convertido en un elemento central en la industria del entretenimiento, cautivando a la audiencia y generando emociones fuertes. No obstante, es fundamental considerar el impacto que estas representaciones pueden tener en la percepción del mundo y en la forma en que comprendemos y abordamos la violencia en nuestra sociedad.,