
La temporada invernal en Tunja no es simplemente una estación del año, sino una realidad que impacta de lleno en la vida diaria de la ciudad. Las bajas temperaturas, que oscilan entre los 2 y los 14 grados centígrados, junto con las persistentes lluvias, transforman la cotidianidad de los habitantes y tienen consecuencias significativas en su salud, economía y bienestar emocional.
Desde abril, el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales Ideam ha registrado un aumento considerable en las precipitaciones en Boyacá, superando en un 40% los niveles de años anteriores. Esta situación ha provocado problemas especialmente en las zonas rurales, donde los cultivos de papa, cebolla, haba y arveja han sufrido pérdidas considerables debido a los encharcamientos y enfermedades relacionadas con la humedad. La Secretaría de Agricultura de Boyacá ha informado que, desde mayo, más de 2.500 hectáreas han resultado dañadas, lo que conlleva a una disminución en la oferta de productos agrícolas y a un incremento en los precios de la canasta familiar. Por ejemplo, el costo de una arroba de papa, que antes era de 30.000 pesos, ahora supera los 55.000 pesos. Los agricultores se ven forzados a endeudarse o a reducir sus cosechas, ya que la incertidumbre climática dificulta sus planes.
No solo en el campo se sienten los efectos del invierno. En la ciudad, el frío y la humedad originan un aumento de enfermedades respiratorias, especialmente entre niños y adultos mayores. El Hospital San Rafael ha reportado un alza del 20% en las consultas por infecciones respiratorias agudas en comparación con el mismo periodo del año anterior. Además, las condiciones climáticas influyen en la movilidad, retrasan obras públicas y afectan la actividad en sectores como el comercio informal y el turismo local.
El clima también genera un impacto en el estado de ánimo de la gente. Tunja es una ciudad tranquila y con un ritmo lento, pero en los meses más fríos la gente tiende a aislarse más. La psicóloga Ana María Vargas, quien trabaja con la población universitaria, ha notado un incremento en el número de pacientes que reportan decaimiento, irritabilidad y falta de energía, y atribuye estos síntomas al prolongado clima gris y lluvioso.
Sin embargo, no todo es negativo. El invierno también ha fomentado la solidaridad y la adaptación entre los habitantes de Tunja. Algunos barrios han creado grupos de trueque para compartir alimentos o ropa abrigada, y en zonas rurales se han organizado mingas para limpiar quebradas y mejorar los drenajes. Aceptar el invierno no implica ignorar sus efectos, sino reconocerlo como parte del ciclo natural del territorio y tomar medidas para enfrentarlo con mayor planificación, apoyo institucional y solidaridad.
El reto consiste en enfrentar el invierno con resiliencia y esperanza, incluso en medio de un cielo encapotado. La cultura local y la tradición campesina de Tunja han demostrado históricamente una capacidad admirable para sobrellevar el frío, y con la colaboración y el apoyo adecuados, es posible seguir haciéndolo en el futuro.,