
En una calle polvorienta de Guerrero, una tienda de abarrotes abre sus puertas cada mañana después de pagar la cuota estipulada por los grupos criminales. No se trata de un impuesto legal ni regulado, sino de una tarifa informal impuesta por el crimen organizado, que nadie se atreve a denunciar. Mientras que los asesinatos y las balas dominan los titulares, el miedo se ha convertido en una herramienta invisible pero efectiva de control social, económico y emocional sobre comunidades enteras.
En diversas zonas de México, la plantación de mariguana y amapola ha sido durante décadas la forma de vida de muchos habitantes, y en los últimos años, el narcotráfico ha logrado expandirse a territorios abandonados por las autoridades. El miedo es una de las herramientas que utilizan los cárteles de drogas para controlar el territorio mexicano, especialmente en el ámbito económico local.
Según el periodista Ioan Grillo, los cárteles mexicanos han crecido bajo la misma lógica expansiva que otras entidades del capitalismo. La economía del miedo es central en el crimen organizado, ya que no solo lucran con actividades ilegales, sino que también utilizan el miedo como recurso estratégico para sostener sus operaciones, expandir su influencia y disciplinar tanto a sus miembros como a la población civil.
La extorsión es uno de los métodos más comunes a través de los cuales los cárteles usan el miedo como herramienta de control. Grupos criminales exigen pagos periódicos a comerciantes, transportistas, productores e incluso autoridades, y el miedo a represalias garantiza el flujo constante de ingresos sin necesidad de una transacción real.
El narco también administra el miedo como forma de control territorial a través de actos violentos altamente visibles, como cuerpos colgados en puentes, mensajes amenazantes en mantas o videos difundidos en redes. Estos actos sembrar el terror y consolidar su imagen y dominio territorial.
La extorsión y la violencia pública no son las únicas herramientas utilizadas por los cárteles de drogas para controlar comunidades enteras. Cuando los grupos criminales llegan a un lugar, se convierten en la autoridad y controlan la vida económica y social de las comunidades. La gente pierde la posibilidad de trabajar con libertad o de negociar precios justos; pierde también la noción de seguridad y autonomía básica.
Bajo estas condiciones, la población comienza a adaptarse al terror como una forma de sobrevivencia. Algunas personas se autoexilian, otras callan, muchos más obedecen. El miedo se vuelve omnipresente en la vida de las comunidades y afecta incluso las actividades diarias más esenciales.
En la próxima entrega, MILENIO explicará cómo los cárteles de drogas también han logrado extender su control a través de la frontera y las rutas de migrantes.,