En un movimiento audaz y desesperado, un grupo de reclusas en el Centro de Reinserción Social Cereso de Chilpancingo, Guerrero, se han declarado en huelga de hambre. Su objetivo es llamar la atención de las autoridades penitenciarias y exigir el respeto a sus derechos elementales. Estas valientes mujeres se enfrentan a condiciones infrahumanas, incluyendo plagas de chinches y cucarachas en sus celdas.
La líder de este grupo, Jaquelín Pérez Sánchez, informó que al menos 30 reclusas se unieron a la huelga el lunes 1 de julio. Su demanda es simple: una mesa de trabajo con las autoridades de Ceresos, dependiente de la Secretaría de Seguridad Pública SSP, para abordar sus preocupaciones.
Entre las quejas de las reclusas se encuentran las restricciones severas a las visitas conyugales y familiares, la falta de oportunidades laborales dentro del penal, y la suspensión de un acuerdo intercarcelario que les sería de gran ayuda. Además, denuncian casos de salmonelosis y dengue, que han sido mal tratados con solo paracetamol, galletas y té.
Las condiciones de vida en el Cereso son deplorables. Los dormitorios están infestados de plagas, y a pesar de ser un problema de salud grave, no se ha llevado a cabo ninguna fumigación. A pesar de estas difíciles circunstancias, las reclusas han dejado claro que no buscan amotinarse, sino simplemente abrir un diálogo con las autoridades.
La Comisión Nacional de Derechos Humanos CNDH realizó una visita al Cereso de Chilpancingo en noviembre de 2023. Sin embargo, las condiciones siguen siendo precarias. Es hora de que las autoridades escuchen las demandas de estas reclusas y actúen para garantizar sus derechos humanos básicos.